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30 diciembre 2021

La obertura de Parsifal nos aleja del bravío e indomesticable Wagner

Si hay una ocasión propicia para amar la música no es otra que la de escuchar la obertura de la ópera Parsifal, de Richard Wagner. La calma se encuentra en el centro de esta pieza musical, para encontrarla tan sólo hay que estar distante de cualquier periferia mundana y escuchar...
Este preludio se aleja del bravío e indomesticable Wagner para mostrarnos su cara oculta más espiritual y delicada.

La anécdota y el capricho del destino

El músico y humanista Ramón Gener, tal como cuenta en 'Un viaje por el arte y la música a través de las emociones', compró una partitura de Parsifal el 1 de noviembre de 1991 en Hamburo y, desde entonces, cada día de su vida, la lleva en una mochila que le acompaña allá donde va, "no está en casa con mis otras partituras, está siempre en mi mochila, para que pueda acceder a ella en cualquier momento".
Gener dejó la música por dos veces en su juventud y antes de ser atrapado por tercera vez, durante todo ese tiempo en el que estuvo alejado de la música, "Parsifal y el motivo de la búsqueda del Grial me estuvo acompañando todos los días. Y yo, todos los días antes de irme a dormir, escuchaba esto [...] El Grial me vino a buscar a mí, me salvó la vida y me sirvió para pensar en el propósito, en el '¿qué?'".



Imagen que acompaña a esta entrada: final del acto III en la producción original de Parsifal (1882); ilustración de Paul von Joukowsky.