No recuerdo de quién era la frase aquella que salía en Indiana Jones y la última cruzada en la que se decía que «la pluma es más fuerte que la espada» Pero no dudo en que es verdad. La palabra puede más que cien bombas. Estos días, España, en un acto de valentía sin precedentes, o quizás solo buscando los titulares en vísperas de elecciones, se ha lanzado a la piscina legal internacional, uniéndose a Sudáfrica y otros más en su demanda contra Israel. ¿El motivo? Parece claro, Israel no ha estado jugando limpio con las reglas de la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio y se ha entregado a la barbarie, el genocidio y el salvajismo, justo ellos que la historia les obligaría a ser ejemplo justo de lo contrario. Y así, con un pie en la historia y otro en la diplomacia, España se convierte en el primer país europeo en decir “aquí estoy yo” en este proceso judicial. ¿Qué quieres que te diga? Debiéramos sentir cierto orgullo con independencia del color de tus preferencias.
Mientras tanto, en el resto de Europa, se están rascando la cabeza, preguntándose si esto es una vuelta de tuerca de estrategia o como dirían por Génova, simplemente España queriendo ser el centro de atención. Porque, claro, reconocer el Estado palestino y ahora esto, parece que España está decidida a liderar el pelotón de la diplomacia, dejando a Estados Unidos, Egipto y Qatar intentando poner paz como quien intenta calmar una tormenta con un paraguas.
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Bueno, parece que ya hayamos pasado la frontera esa que nos habíamos fijado en el fin de año. Ahora tenemos todo un año por delante, nuevecito, a estrenar y eso siempre resulta alentador. Pero la verdad es que nos habíamos ilusionado tanto que ando un poco cabizbajo. Muchos esperábamos que nada más sonar la última campanada se vería un resplandor de esos cegadores, ya sabes, de los que dejan todo en blanco, seguido de su trueno ensordecedor. Después volvería todo a la normalidad anterior, cuando nada era normal pero era lo rutinario. Con las ganas me he quedado.
Pero nada, seguimos igual que antes, alterados y malcarados hasta el punto de que hasta si aparece Nacho Cano en la Puerta del Sol para recordarnos el clásico de todos los años es motivo suficiente como para tirarnos de los pelos los unos a los otros. No descansamos ni para celebrar que podemos “pegarle fuego” a un año que nos ha resultado difícil hasta decir basta. Continuamos sacándonos los ojos que si con banderitas, que si con dimes y diretes… Hemos sobrevivido al año del “no hagas, no toques…” y ni así hemos aprendido nada para conseguir evitar la ola del bicho versión navideña. Así no vamos a conseguir nada que no acabe con la extinción. Mal asunto.