Hay palabras que no pueden pasar desapercibidas, frases que se quedan a vivir dentro de uno. A veces son líneas de un libro, el eco de una charla, una declaración que parte el mundo en dos o el estribillo de una canción que dice más de lo que creíamos que podía decir. Son fragmentos, astillas de un buen palo que deben quedar para siempre en la memoria colectiva. Esta serie nace del deseo de rescatar esas piezas brillantes —míticas por lo que evocan, por lo que resumen, por cómo nombran lo inefable—. No importa si vienen de la literatura, del cine, de una entrevista o de una simple charla cotidiana. Si tienen poso, en esta etiqueta de "Fragmentos míticos" que inicio hoy tendrán su lugar.
Para estrenar la serie he elegido el primer párrafo del Quijote, toda una obra maestra de apertura literaria. No solo presenta a Don Quijote, inaugura una forma de narrar que cambiaría la literatura para siempre. Es, sin duda, un fragmento mítico por derecho propio.
"En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben; aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba Quijana. Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad".
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