La lectura de un libro es un diálogo incesante, en el que el libro habla y el alma contesta. André Maurois.
Fotografía: Voltamax / Libre de derechos .
La lectura de un libro es un diálogo incesante, en el que el libro habla y el alma contesta. André Maurois.
Fotografía: Voltamax / Libre de derechos .
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Deflyne / Pixabay / Libre de derechos
Los seres humanos hemos ido recogiendo desde el inicio de los tiempos todo el jugo que nos han ido dejando pueblos y civilizaciones como el antiguo Egipto, Mesopotamia, Grecia, la era bizantina, Roma… Hemos pisado la Luna, la tecnología nos ha llevado a lo que no hace mucho era impensable, la ciencia no ha dejado de alumbrar inventos de notabilísima importancia y ahora, ahora que todo parecía en su sitio, todo bien colocadito, bien encajado como las piezas de un puzzle para vivir en un mundo de bienestar nos llegan la COVID, el virus del mono, guerras, sequias, amenazas nucleares, atentados, remembranzas de viejos conflictos, desastres naturales, plásticos en el mar, un cambio climático que discurre presuroso…
Son muchos mazazos seguidos a la condición y
requisitos de una normal existencia que unidos a la estupidez humana, cada vez enquistada,
hace que nos preguntemos qué le está pasando a la humanidad. Igual nos estamos
extinguiendo solitos, sin la ayuda de nadie. El tiempo dirá.
Ramón Alfil - En lo mejor de lo peor
Los que hemos entrado en la edad de lo mejor de
lo peor recordamos aquel Apolo 11, una nave espacial que llevó por primera vez
a un ser humano a la Luna. Poco después, creo que al año siguiente, los que crecimos
saboreando polos de hielo, sándwiches de nata y cortes de tres gustos de
Avidesa festejamos lo que iba a ser un helado mítico: el Apolo.
Acabo de leer que vuelve a las heladerías y
bares envuelto en la marca Camy, que conserva el legendario óvalo rojo de la
antigua Avidesa. Es conmovedor ver cómo no pasa de moda y resucita el
entrañable cucurucho de helado y aunque las sienes ya hayan plateado uno nunca
se cura de nostalgia de aquella Avidesa y de su emprendedor, Luis Suñer. Aquel
pasado sigue siendo el opio de muchos alzireños sentimentales. ¡Qué le vamos a
hacer!
Ramón Alfil - En lo mejor de lo peor...
Recomiendo la lectura del artículo de Jesús Rojas “Vuelve Camy, la mítica marca de helados de los 90, tras un peregrino litigio” y este hilo de Twitter de Fernando de Córdoba
Fotografía
que circula por las redes sociales. Desconocemos su autor, de ahí que
no se cite
Comenzaremos preguntándonos que es lo que me
haría sentir bien a mí. Haremos una valoración de lo que podemos hacer y lo que
queremos hacer, actuar desde nuestra propia realidad, ciñéndonos a nuestras posibilidades,
para no cargar con complicaciones económicas el resto del año, que pueden
derivar en problemas de ansiedad o estrés posteriores.
Para ello podemos utilizar a modo de guía el
método PERMA de Martin Seligman o lo que es lo mismo descubrir en nosotros los
cinco pilares del Bienestar que mejor nos hacen sentir, para incrementar la
motivación y la satisfacción en nuestras vidas y con ello en nuestras
vacaciones.
Llevar una vida placentera incrementará nuestras emociones positivas. Si además optamos por una vida comprometida, podremos poner en práctica nuestras fortalezas personales para desarrollar experiencias verdaderamente óptimas y gratificantes, no simples rellenos en nuestro tiempo de ocio. Esto nos permitirá alcanzar una vida significativa para nosotros mismos o lo que es igual desarrollar objetivos o proyectos que nos permitirán ver versiones distintas de nosotros mismos en las que no habíamos reparado, generar autodescubrimiento permite el crecimiento personal.
En una búsqueda reciente por la red encontré casualmente a Jacopo Sipari di Pescasseroli, un director de orquesta que me ha llamado la atención por su juventud. Acostumbrado a los directores con muchos años en barrica me contuvo detenerme en el vídeo que acompaña a estas líneas para probar este vino joven.
Me ha encadenado su expresividad, su contundencia con la batuta y la capacidad de manifestar los suaves vaivenes y la energía del segundo movimiento de la Sinfonía n.º 5 en mi menor, Op. 64 de Tchaikovsky, una obra explosiva en algunos de sus compases que parece hecha para un poderoso Jacopo Sipari.
Admirable en su línea personalísima, ya está entre mis predilectos. Dirigiendo una sinfonía del genio Beethoven o un réquiem puede ser toda una exhibición de viveza de sentimientos. Lo dejamos para otra entrada.