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16 septiembre 2025

Pérez-Reverte: "El Rey, la Guardia Civil y Leo Harlem es lo único en España que todavía tiene cierta seriedad"

El programa "Más de uno", en Onda Cero, contó ayer con la presencia de Arturo Pérez-Reverte, entrevistado por Carlos Alsina, con motivo de la presentación del libro "Misión en París", última entrega de la saga de uno de sus personajes míticos: Alatriste.
La charla deja un regusto agradable por el buen oficio de estos dos profesionales sobradamente preparados e instruidos, cada uno en su parcela.
La conversación no solo camina por la franja literaria, se valora el ya extinguido radioteatro, con la recreación de unos párrafos del libro; se rememoran otras épocas, en especial de su infancia; se habla de la muerte sin dramatismo; reconoce su cambio de forma de escribir en el transcurso de los años adaptándose al tiempo en el que vive y, como no, se tocan aspectos de la actualidad política con ese característico humor ácido del novelista.
Ramón Alfil 

Citas de Arturo Pérez-Reverte

Hubo una época en la que los guardias eran honrados, los políticos decentes, los curas santos, los amigos eran leales hasta la muerte y las mujeres eran perfectas.

Todo escritor deja una novela sin escribir.

Una cosa aprendí en la vida. Todo tiene una mina que pisar, una esquina, un callejón... Todo tiene un final.

Tenemos fecha de caducidad como los yogures.

La fría curiosidad es lo que caracteriza los últimos tiempos de mi vida.

Cuando escribes mucho tiempo te vas transformando.

El Rey, la Guardia Civil y Leo Harlem es lo único en España que todavía tiene cierta seriedad.

13 septiembre 2025

Septiembre, el origen de un ciclo

Muchos este fin de semana estarán viajando, como probablemente los pasajeros de este avión… Vuelven. Vuelven a la rutina, al día a día, a casa. Un buen amigo suele felicitar el año nuevo en septiembre, y estoy completamente de acuerdo. Para mí, septiembre es el origen de un ciclo que vuelve a cerrarse con la llegada del verano siguiente.

Septiembre, el origen de un ciclo / Foto: David Talens
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Cadena de lecturas y espacios

10 septiembre 2025

Entrevista a Marisol García Abraham, directora del Temudas Festival


Y llega el final del verano, pero antes de acabar no podemos quedarnos sin la cita de uno de los eventos estrella de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria: el TEMUDASFEST (Festival de Teatro, Música y Danza de Las Palmas de Gran Canaria). Soy asiduo de los espectáculos que nos traen, porque siempre encuentras disrupciones creativas que nos sacan de la rutina cultural. De verdad que, para mí, es una bocanada de aire fresco.
Este año, además, casi paralelamente, se celebrarán las Jornadas Internacionales “A cielo abierto” en las que se debatirá y aprenderemos cómo llevar la gestión de eventos a la acción final.

Marisol García Abraham es una incansable de la cultura. Hablar con ella es pararse a escuchar y aprender. Tantos años como directora del TEMUDAS la han llenado de experiencias y conocimientos. Saludos, Marisol. Ya son años, ¿no?
Buenos días, Luis. Llevo desde que se creó el Festival, que inicialmente nació en otoño, de 1.996 en el Teatro Pérez Galdós, en sintonía con la vocación que la ciudad ha mantenido históricamente con las artes escénicas desde mediados del siglo XIX. “Recuperar la tradición teatral, consolidar una programación estable y colocar la oferta de teatro, música y danza a la altura de otras actividades que se desarrollan en la ciudad” fue el objetivo principal del festival. A lo largo de los años ha habido muchos cambios, pero fue en el 2001 con el cierre del Teatro Pérez Galdós cuando el Festival da un giro y se traslada a los meses de verano y opta por ir a un escenario al aire libre en el Parque de Santa Catalina, cubriendo el vacío que la oferta cultural vivía en los meses veraniegos. Así que, ya, este año, vamos por la 29 edición; por tanto, no deja de ser “un hijo” que he visto nacer, crecer y madurar a lo largo de los años… jeje.

07 septiembre 2025

La infame clase política que nos está rigiendo y que nos ha regido es una cruz que cuesta mucho llevar

"Pedro Sánchez fue concejal en el Ayuntamiento de Madrid con un programa que incluía medidas contra la prostitución, mientras su mujer, Begoña Gómez, gestionaba locales en los que se ejercía"
según ha informado hoy El Español.
El circo político en nuestro país es un manantial de indignación, raro es el día en el que los ciudadanos no se irritan, es una consecución de escándalos y de indecencias de todo tipo.
Aún es reciente un artículo que escribí en el que manifestaba que "ESTAMOS HARTOS" porque la falta de honestidad está aferrada en el panorama político español.
Como decía, los casos Ábalos, Koldo, Santos Cerdán, Begoña Gómez, David Sánchez, Cristóbal Montoro y resurgen por proximidad los ERE de Andalucia, Bárcenas y M.Rajoy... demuestran la falta de honradez de los que gestionan nuestros intereses. Estos lances críticos son los que están de moda, pero si "echamos la cinta atrás", comprobaremos que la corrupción en España ha sido y es el pan nuestro de cada día.
La infame clase política que nos está rigiendo y que nos ha regido, izquierdas y derechas, es una cruz que nos cuesta mucho llevar. 
Ramón Alfil
Fotografía: Wikimedia Commons | Libre de derechos
Creador: Carlos Delgado

31 agosto 2025

El suspiro agitado del mar

Hoy ha sido una de esas tardes en la que el mar tiene cara de pocos amigos. Su cólera desataba furia contra los acantilados, en contraste con la suave y agradable mezcla de colores apastelados del cielo.
Las olas, como puños de agua salada, rompían con fuerza contra las rocas inamovibles. Cada acometida era como un bramido que explotaba y se deshacía en destellos de espuma blanca que al retirarse dejaban ensabanadas las rocas en una especie de manto que era barrido por la siguiente ola.
Y así, una y otra vez, como un enorme suspiro agitado, el mar ha demostrado su belleza en un espectáculo salvaje de la naturaleza en su máxima expresión.
Ramón Alfil

rinconesmarinos_adl   literaturaymar_adl

28 agosto 2025

Un día de vida...

La habitación 513 del hospital estaba compartida por dos enfermos. A estos compañeros a la fuerza por la convalecencia los separaba una cortina corredera.
El enfermo de la 513 A era joven, su fragilidad en ese momento delicado de su vida contrastaba con la vitalidad que se le presuponía. El enfermo de la 513 B era un hombre de avanzada edad, cuya existencia se marcaba en las arrugas de su rostro y en la serenidad de su mirada.
Sentado en un sillón, junto a la cama del anciano, se encontraba su hijo. La tensión del día a día en un hospital, las largas horas de espera y la inquietud constante por el estado de salud de su padre calaban ya en su estado físico y mental.
De repente, el hijo se levantó. El crujido suave del sillón al ceder su peso rompió el silencio de la estancia. Se acercó a su padre, cuya respiración era lenta, tranquila, casi imperceptible.
—Papá, voy a bajar un momento a la calle. Necesito estirar las piernas, tomar un café para despejarme y, quién sabe, quizás probar suerte con un décimo de lotería en la administración que hay justo al lado de la cafetería.
El padre asintió con un leve movimiento de cabeza, su rostro transmitía comprensión al comentario de su hijo, que se despidió con una caricia en su frente y se dirigió hacia la puerta, dejando atrás la quietud de la habitación, buscando un respiro en el mundo exterior, un instante de normalidad en medio de la incertidumbre, con la esperanza latente de que la fortuna, al igual que la salud, pudiera cambiar de un momento a otro.
Saludó con un gesto al paciente de la 513 A que le respondió cerrando el puño y levantando el pulgar. A punto de salir por la puerta, dio media vuelta y volvió hasta la cama de su padre.
—Por cierto, papá, ¿quieres el mismo décimo que voy a comprar o que te selle algún bonoloto, que sé que te gusta? Igual nos trae suerte, afirmó con una carga notable de expectativa.
El padre, tras un momento de reflexión, levantó la mirada hacia su hijo. Sus ojos, aunque cansados, brillaban con una profundidad que iba más allá de la simple esperanza de un premio material. Una leve sonrisa se dibujó en sus labios, una sonrisa que contenía la sabiduría de quien ha vivido plenamente y valora lo verdaderamente importante.
—Hijo, respondió con una voz serena, pero firme, agradezco tu gesto, de verdad. Pero más que el dinero, lo que ahora desearía es algo mucho más valioso. Pregunta en la administración si tienen algún juego en el que el premio sea un día de vida.
El hijo y el enfermo de la 513 A, asombrados, se miraron. Sin mediar palabra tras la lección que acababan de recibir no supieron reaccionar pero, desde aquel día, nunca olvidaron la verdadera esencia de lo que significaba la riqueza: un día más, el tiempo...
Al día siguiente, la delicada salud del paciente de la 513 B desencadenó un fallo multiorgánico que le llevó a una complicación tan severa que le produjo la muerte. No tuvo ni siquiera ese día de más que quería como premio.
Ramón Alfil
Fotografía: Vilkas / Pixabay / Libre de derechos

22 agosto 2025

¡Buen viento y buena mar!

A pesar del calor propio de una tarde de agosto, la brisa apaciguaba el bochorno en el puerto de Marinabrava. Matías era un viejo marinero retirado, de baja estatura, su espalda estaba algo curvada y manifestaba una ligera cojera fruto de uno de los muchos desafíos con los que tuvo que enfrentarse en el mar. Su cara, curtida por los años, el rigor de su trabajo y el salitre estaba marcada por unos pronunciados surcos en sus mejillas y una barba de varios días. Su cabello blanco y desarreglado parecía una red de pesca vieja que quedaba algo disimulado por una gorra gastada por el roce y con alguna que otra mancha.

Matías conocía cada centímetro del puerto de Marinabrava, era su segunda casa, ese día se sentó en la parte superior ensanchada de un noray, ese bolardo fijado a los muelles que sirve para amarrar barcos, negro y algo oxidado por el tiempo. Con parsimonia, asentó con sus huesudos dedos el tabaco que prendió en una pipa de madera vieja, ya ennegrecida tras las caladas de muchos años; el humo dibujaba en el aire círculos que iban deformándose mientras ascendían. Aquel noray era su particular patio de butacas desde el que tantas veces había sido espectador de, para él, uno de los mayores espectáculos que se pueden ver: el desatraque de un barco mercante.

Acompañado por una gaviota desconfiada que lo miraba reojo, Matías observaba, a lo lejos, los pasos meticulosamente coordinados entre el puesto de mando del barco mercante y dos remolcadores: uno en proa y otro en popa. Los remolcadores, diminutos ante el gigante de mar, parecían insectos trabajando contra una fuerza mayor, y, sin embargo, cada movimiento era una coreografía exacta que iba tirando del buque, de origen chipriota, hacia la parte central del puerto, todo de manera muy lenta, laboriosa, perfectamente planificada. Para él, ese momento era pura emoción ver la partida de ese mercante, esa pequeña ciudad flotante en la que se cumplían leyes marinas y  se respetaban jerarquías.

En la proa llegó a vislumbrar a dos de los tripulantes que se abrazaron para desearse —pensó— suerte en la ruta de varios días que los iba a llevar a un lejano puerto. Matías imaginó esa travesía a la que se hubiera apuntado sin dudarlo para volver a sentir las horas de sol, el vaivén del casco, el rumor del mar...

El deseo de navegar todavía latía en su interior, pero la vida le dejó en la otra orilla. Y, aun así, en ese instante, se conformó acomodado en el noray con ver salir aquel barco que conforme avanzaba hacia la mar abierta iba perdiendo tamaña hasta parecer un barquito de juguete. Matías, para sus adentros, pensó aquello que tantos marineros anhelan: buen viento y buena mar.

Ramón Alfil

Foto: Ramón Alfil  -  literaturaymar_adl

21 agosto 2025

Con la música actual, la vida es un error


Seguramente se habrán percatado que en redes sociales circula, a modo de meme, una afirmación de Friedrich Nietzsche que versa: “Sin música, la vida sería un error”. Más allá de la banalidad de la circulación de esta frase, lo que allí se está estableciendo es la diferencia de cualquier otro ser en la naturaleza como el único que es capaz de crear obras de arte, y dentro de esa creación, la música ocupa un lugar privilegiado y fundamental. Si la vida sin arte sería una existencia despojada de su máxima expresión, la vida sin música sería, para Nietzsche, un vacío insalvable. Esta cita no es una mera hipérbole, sino una tesis ontológica que eleva la música al rango de fuerza primordial, un pilar sobre el cual se sostiene la experiencia humana. Pues bien, en esta reflexión intentaremos explorar la centralidad que tiene la música en la filosofía, la conectaremos con pensadores que la han abordado desde diversas perspectivas y la confrontaremos con la degeneración de la creación sonora en la época detestable llamada postmodernidad, un síntoma de un error vital que la música, en su esencia, debería contrarrestar.

Tengamos en cuenta que, para Nietzsche, el lenguaje y la razón, a menudo reductores, intentan encapsular la vastedad de la existencia en conceptos rígidos. La música, en cambio, opera en un plano distinto. Es el lenguaje de la voluntad misma. En su obra “El nacimiento de la tragedia”, Nietzsche sostiene que “el lenguaje de la música es anterior al concepto”, y en una carta a su amigo y confesor Peter Gast en 1877 expresó que “la vida sin la música es sencillamente un error, una fatiga, un exilio”. Esta idea nos indica que la música, al ser un lenguaje de la voluntad, nos permite acceder a la realidad de una manera más directa y auténtica.

Esta perspectiva se entrelaza directamente con la de Arthur Schopenhauer, mentor intelectual de Nietzsche. En su obra titulada “El mundo como voluntad y representación”, Schopenhauer eleva la música por encima de todas las demás artes, argumentando que no es una copia de las ideas del mundo, sino un reflejo directo de la voluntad misma. De hecho, llegó a afirmar allí que “la música no es en absoluto, como las demás artes, una copia de las Ideas, sino una copia de la voluntad misma”, confirmando con ello que la melodía expresa el constante fluir de la voluntad, con sus anhelos insatisfechos y sus penas inherentes, convirtiéndose así en una forma de conocimiento metafísico.

16 agosto 2025

Una voz humana en la sinfonía cósmica

Durante más de 4.000 millones de años, la vida en la Tierra ha evolucionado desde formas simples hasta organismos complejos, pensantes y emocionales. La evolución biológica no es solo una teoría científica; es una epopeya. Y es una epopeya que compartimos con cada hoja de árbol, cada bacteria y cada estrella fugaz.

A veces olvidamos que nuestros átomos vienen de las estrellas. Literalmente. El carbono en nuestros músculos, el hierro en nuestra sangre, el calcio en nuestros huesos… todos se forjaron en el corazón de estrellas que murieron mucho antes de que el Sol naciera. Pero esos elementos no bastan para crear vida. Lo extraordinario es lo que ha hecho la vida con esos ingredientes: construir estructuras, replicarse, aprender y soñar.

La vida es el experimento más extraordinario del universo conocido. Y en este rincón concreto, en un planeta azul orbitando una estrella tranquila y ordinaria, ese experimento ha dado lugar a una especie que no solo vive, sino que además contempla la vida misma.

El lenguaje de los genes


Si miramos una célula bajo el microscopio, parecerá casi mágica. Pero no hay magia: hay moléculas que interactúan de forma precisa y compleja. El ADN es el gran libro de instrucciones de la vida. Cada una de nuestras células lleva una copia del texto que nos define. Y lo más maravilloso es que ese texto no es solo nuestro. Compartimos segmentos enteros de ADN con ratones, con árboles y con bacterias. La evolución escribe en un idioma común.

Y lo más asombroso es que esa partitura no se compuso de golpe. Fue afinándose generación tras generación, a lo largo de miles de millones de años, mediante mutaciones, selecciones naturales, errores y aciertos. No hubo un diseñador, sino una sinfonía espontánea. Una fuga cósmica.

13 agosto 2025

Una silla vacía junto al mar

Eugenia pasó muchos años de su vida junto a Marco, eran una pareja que no apagó nunca la llama de la estima. Ya en una edad madura, decidieron formalizar su unión y se casaron en la basílica de Nuestra Señora del Carmen, como era preceptivo en Marinabrava, un pueblecito marinero en el que el tiempo parecía detenerse entre el murmullo del mar.
Marco era un hombre de mar, como casi todos los de Marinabrava, alto, fornido, de hombros anchos y manos curtidas por tantos años de trabajo duro. Empezó de chiquillo como simple ayudante y llegó a ser patrón y propietario de su propio barco, “La Eugenia”. Su vida giraba entre las mareas y las rutas marinas; cada viaje era una promesa de regreso y cada regreso, un suspiro de alivio para Eugenia.
Hacía apenas un mes de aquella boda soñada cuando la idílica relación tomó una curva fatal y dolorosa. Marco salió al mar y no volvió. El barco apareció a la deriva, los tripulantes de “La Eugenia” se esfumaron en la profundidad del agua y de la memoria; no se volvió a saber nada de ellos.
Desde entonces, Eugenia adquirió el hábito de salir de casa con una silla a cuestas que utilizaba para sentarse junto a la orilla del mar, con la vista fija en el horizonte, siempre con la esperanza de ver aparecer entre las aguas a Marco. A pesar de que el ansiado regreso no se producía, ella no cesaba en su empeño y cada tarde, hacia el ocaso, volvía con su silla a sentarse frente al mar como si de un escenario se tratara.
Durante días, semanas, años... cada jornada volvía a casa con su silla y la decepción de no haber visto a Marco surgir del mar y abrazarlo.
Los lugareños se fueron acostumbrando a verla reaparecer cada tarde con la silla en la mano, como si el mar, cada día, quisiera devolverle una promesa quebrada.
Alejandro, a diario, salía a correr al alba por la playa. La edad le obligaba a que su carrera fuera lenta y de vez en cuando se detenía a contemplar el mar. Ese día, a lo lejos, en la playa solitaria divisó un objeto que fue adquiriendo forma conforme se acercaba a él. Era una silla. ¡Qué raro! ¿Qué hacía una silla en la orilla del mar? No comprendía nada. Parecía sin dueño, pero su presencia parecía revelar una espera sin fin.
El periódico local publicó un llamamiento a los habitantes de Marinabrava y de la comarca, acompañado de una foto de Eugenia, había desaparecido del pueblo sin dejar rastro alguno.
Alejandro leyó la noticia en el casino mientras tomaba un café con leche y un solisombra. Pensó en aquella silla solitaria en la playa, en ese amor que el mar se llevó... Imaginó lo peor.
En la quietud de las noches de Marinabrava, el faro parecía pronunciar su propia oración por Marco y por la tripulación de “La Eugenia”. Eugenia se convirtió en una figura misteriosa de la memoria colectiva: la mujer que había amado al hombre de mar y que, en la espera, quizá halló la forma de sostenerse a sí misma; aunque un día, posiblemente, decidió reencontrarse con Marco. Nadie lo supo nunca.
Los habitantes de Marinabrava contaban historias del mar y, entre ellas, no podía faltar la de Marco y Eugenia, aunque deshilachada ante el misterio de una ausencia.
Ramón Alfil

Foto: Don Bernardo, un amigo que alimentó mi imaginación  -  literaturaymar_adl