Foto: Gaimard (libre de derechos) |
Ahora que estamos cerca de tan esperada fecha, el comentado y ansiado 9 de mayo, como punto de reencuentro con “todo” lo que dejamos atrás ante la llegada de la Covid-19. Creo que es buen momento de hablar sobre cómo salir fortalecidos de esta experiencia vivida y compartida por todos, o lo que es lo mismo de la Resilencia lograda durante todos estos meses de incertidumbre respecto a la pandemia.
Empezamos explicando en que consiste y dándole el valor de aprendizaje que se merece. Crecimiento Personal para algunos autores Transformación para otros. Pero como base a todos ellos, adaptación a las circunstancias dolorosas o traumáticas que acontecen.
Todos nosotros, según las experiencias vitales previas experimentadas y nuestra edad evolutiva, poseemos recursos a nivel psicológico que ponemos en marcha, en muchas ocasiones sin darnos cuenta de ello, que nos ayudan a sobreponernos ante las complicaciones. Muchas veces a posteriori, en perspectiva, es cuando tomamos consciencia de cómo fuimos capaces de superar aquello que nos desbordaba, o aquel hecho que no creíamos que podríamos afrontar.
Una visión positiva de la vida centrada en la vitalidad, una actitud conectada a la esperanza y la valentía para afrontar lo que llegue, son el motor principal que nos lleva a creer que: “esto también pasará”. Estos tres elementos son la clave para desarrollar nuestra resilencia… y la buena noticia es que muchos de estos procesos internos se activan solos. Ahora que los hemos enumerado, es fácil que reflexionemos y que nos los reconozcamos en algunas de las situaciones vividas durante el último año. Y es justamente en la forma en la que recordamos cómo fueron esos días y que hicimos para avanzar en ellos, lo que determina nuestra resilencia personal.
Somos nosotros los que interpretamos qué nos sucede con nuestra propia realidad y con los hechos que llenan nuestros días, actuamos en base a esa interpretación. La vida no nos transforma, la decisión es nuestra.
Os dejo la fábula de Charles Péguy a modo de reflexión, que puede servirnos para encarar los nuevos acontecimientos que van a llegar, con sus posibles limitaciones o con ciertas condiciones, pero siempre agradecidos, estamos aquí. Espero que os guste y que TODO lo vivido nos impulse.
Esta es la historia de un peregrino medieval que, a su paso por la capital de Francia, se encontró con una cuadrilla de hombres que trabajaban esforzados, golpeando sus metálicas herramientas contra la dura roca, en el marco de lo que parecía un nuevo gran proyecto urbanístico de la ciudad.
Tras detenerse a observar atentamente a tres de ellos, los cuales parecían estar realizando idéntica labor, se dirigió a uno de los hombres, que parecía bastante contrariado, y le preguntó: “Señor, ¿qué es lo que hacéis?”, a lo que el trabajador, sin detenerse ni devolver la mirada, respondió de mala gana: “¿Acaso no lo veis? Estamos picando piedra”.
A cierta distancia, un segundo hombre llevaba a cabo las mismas tareas, pero su semblante no mostraba signos de enfado. El peregrino se dirigió hacia él y le preguntó: “Señor, ¿qué es lo que hacéis?”. El hombre dejó el pico por un momento, se secó con la mano el sudor de su frente y, mirando al peregrino sin aparente emoción contestó: “Estamos levantando una columna”.
Un poco más lejos, un tercer hombre realizaba idénticas acciones, pero había algo en su actitud que irradiaba entusiasmo. Intrigado, el peregrino se aproximó hasta donde estaba y repitió la misma pregunta: “Señor, ¿qué es lo que hacéis?”. El hombre, con una notoria sonrisa y grandes ademanes, dejó caer el pico agradecido y deseoso de poder entablar conversación. Mientras señalaba y movía sus manos, como intentando representar en el vacío una forma imaginaria, exclamó con vehemencia “¡Estamos construyendo la catedral de París!”.
Silvia Ortiz Gracia - Psicóloga