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04 mayo 2021

Notas


La tarde consumió sus horas, entre vasos vacíos y las cuerdas de una Ibáñez que pedía libertad. Con las luces apagadas y el micro en off su voz susurraba al compás de un tímido contoneo de cadera, aquella triste y bella canción. No hubo ni un solo eco que no suspirara por cada nota, no hubo ni un solo cliente que no aplaudiera con todo el alma, cuando finalizó con lágrimas en los ojos la desgarradora historia del pianista, que Billy Joel escribió y jamás logró superar.
Poco a poco el vació fue tomando cuerpo en aquel café y Sofía se apresuró a cargar las cámaras de cerveza, cerrar la persiana y correr a casa, donde esperaba su madre con Julia, la pequeña que nació de un sueño, en los bises de su último concierto como solista al frente de un laureado grupo de pop.
Esa noche, solo en casa, con la penúltima en la mano recordé todos sus números uno en las listas de éxito de los 90, rebusqué en el mueble del comedor y encontré su primer EP, tenía tanto polvo como calidad, encendí el tocadiscos, puse la aguja con más suavidad de destreza sobre la primera pista y bailé cerrando los ojos, sabiendo que mañana la magia de Sofía, volvería a estar escondida tras la barra del Review Café.
Alberto García Santiago

* Alberto García Santiago es colaborador en el Ateneo. Su espacio, aquí.
* Alberto García Santiago es autor del blog "Combatiente literal".