¿Qué más podría pedir, literariamente hablando, que mi poeta y mi locura? Antonio Machado y don Quijote… juntos. Aunque estos días siempre me acuerdo tristemente del poeta, joyas como esta dan un poco de bienestar a mi alma.
Un discurso inédito de Antonio Machado sobre el Quijote
Entre los numerosos manuscritos de Antonio Machado que conserva la familia destaca este discurso sobre el Quijote, que los herederos de Machado han tenido la amabilidad de cederme para su publicación.
Se trata de 12 hojas de 14 × 19,8 cm escritas por una sola cara a lápiz y a tinta, con bastantes tachaduras y correcciones. En el corte superior de las hojas hay restos de dentado, como si hubieran sido arrancadas de un bloc perforado. Lamentablemente, entre las hojas 3 y 4 falta una o más hojas del discurso, que quizá aparezcan cuando sea posible ordenar y transcribir los cientos de borradores de Machado que posee la familia. Por último, la hoja 5 estaba traspapelada entre los «manuscritos de Sevilla».
El borrador contiene un discurso inédito de Antonio Machado sobre el Quijote, probablemente para ser pronunciado con motivo de la Fiesta del Libro, no sabemos de qué año, pero en todo caso posterior a 1926, fecha en que —a iniciativa de la Cámara del Libro de Barcelona— se instituyó en España la Fiesta del Libro para divulgar el libro español y fomentar la lectura. Inicialmente la Fiesta del Libro se celebraba el 7 de octubre, que se consideraba entonces la fecha de nacimiento de Cervantes, y a partir de 1930 se trasladó la celebración al 23 de abril, fecha en la que tradicionalmente se conmemoraba la muerte de Cervantes, a fin de «alejar la Fiesta de las compras de textos escolares de septiembre y colocarla en primavera, con un tiempo más favorable». Durante la Fiesta del Libro se celebraban en las distintas ciudades españolas, actos académicos, conferencias y lecturas de obras en academias, universidades, institutos y escuelas públicas y privadas, y los libreros sacaban puestos de libros a la calle, en las aceras de sus establecimientos para atraer al público, además de aplicar un descuento del 10 % en las ventas de libros durante este día.
Ignoro si Antonio Machado llegó a pronunciar este discurso, y dónde, pues ni en la prensa de Segovia, donde residía entonces, ni en la prensa nacional, aparece ninguna noticia al respecto. Sin embargo, me inclino a pensar que el discurso estaba destinado a ser pronunciado en Segovia el 7 de octubre de 1926. Efectivamente, en el primer año de la Fiesta del Libro, en el Instituto de Segovia tuvo lugar un acto conmemorativo con la asistencia de distintas personalidades locales y numeroso público y alumnos de los centros docentes, según informó al día siguiente El Adelantado de Segovia. Intervinieron con discursos el presidente de la Diputación, Segundo Gila, el canónigo Maximino Azpicueta en representación del Seminario, el director de la Universidad Popular segoviana, Javier Cabello, una profesora de la Escuela Normal de Maestras, el director del Instituto y el alcalde de Segovia. Quizá Machado debió de haber intervenido también en esta celebración, tanto por su vinculación con el Instituto como con la Universidad Popular.
Sea como fuere, el borrador parece lo suficientemente acabado como para que pueda considerarse «definitivo», a falta quizá de su traslado a limpio. No es la primera vez que Machado alude a Cervantes y al Quijote. Quizá el escrito más notable son las páginas que le dedicó en su artículo «Las Meditaciones del Quijote de José Ortega Gasset», comentario sobre el libro de Ortega, en 1915. También hay alusiones más puntuales en Juan de Mairena, capítulos XXII y XXXII, y ya en plena guerra, en el «Juan de Mairena» póstumo, en Hora de España, n.º XIV, febrero 1938.
Antonio Machado - Discurso sobre el Quijote
[A lápiz] Hoy 7 de octubre festejamos el natalicio de Cervantes, aunque, en verdad, no sabemos que Cervantes naciera en este día. Conocemos no más la fecha de su partida de bautismo, que es la de 9 de octubre de 1547. Algunos de sus biógrafos han supuesto que Cervantes acaso naciera el 29 de septiembre, día de san Miguel. De todos modos, es muy probable que Cervantes hubiera ya nacido en este día o en último caso que estuviera muy próxima la fecha de su entrada en el mundo porque hay algo en que necesariamente han de estar de acuerdo todos los autores; a saber: que Cervantes no pudo ser bautizado antes de nacer. Y aun en el caso, poco probable, de que la partida de bautismo fuese apócrifa, y que Cervantes naciera después del 9 de octubre, encontraríamos siempre motivos y pretextos sobrados, creo yo, para dedicar un recuerdo al más glorioso de nuestros ingenios, en este día y en cualquiera de los restantes días del año.
Fiesta del libro también llamamos a esta solemnidad y, puesto que coincide vagamente con el natalicio de Cervantes, ha de ser la fiesta del Quijote, que es su obra más famosa, libro español por excelencia.
Digamos, pues, algo de Cervantes y de su libro inmortal.
De Cervantes pocas palabras. Nació Miguel, no don Miguel como reza la lápida que veréis a la puerta de esta casa, Miguel a secas, porque el don no lo tuvo nunca, de padres pobres, en Alcalá de Henares, y la pobreza le acompañó durante toda su vida. Pobre niño, pobre y fracasado pretendiente en la corte, pobre, aunque glorioso soldado, pobre cautivo en [Aquí faltan probablemente una o varias hojas del discurso]. Porque ¿quién repara ni ha reparado nunca en un pobre hombre, que no lleva bandas, ni cruces, ni arreos militares, ni atavíos cortesanos ni [una palabra ilegible] académicos? ¿En un sujeto mal vestido y aliñado, cuya persona, nada oronda, solemne ni satisfecha, no se recomienda a nuestros ojos como espectáculo de humanidad triunfante y privilegiada? Entonces como ahora Cervantes hubiera sido para nosotros el pobre hombre en quien nadie repara. Y ¿a qué hablar más del pobre hombre que fue Cervantes? [A tinta] Digamos algo del libro inmortal. Apareció el Quijote —su 1.ª parte— el año 5 del siglo XVII. Era la obra de la madurez de Cervantes. Tuvo un éxito inmediato de risa. Pero, no nos engañemos, el éxito del Quijote fue un éxito de público, que no valió a Cervantes la plena admiración de los doctos. En España el vulgo ha defendido siempre las obras buenas, y la crítica —lo que en aquella época podía ser crítica, el juicio de los hombres de letras— les fue a veces adversa. Sin el pueblo, sin la admiración del profano, lo mejor de nuestra literatura: el romancero, La Celestina, el teatro, la novela picaresca, la obra de nuestros románticos, se hubieran perdido para siempre. [A lápiz] Así aconteció con el Quijote. El pueblo amó este libro desde que salió a luz; la crítica comenzó a comprenderlo en el siglo XVIII y le hizo plena justicia en el siglo XIX.
Y no podía ser de otro modo. Porque el Quijote no es, a mi juicio, una obra renacentista, como alguien ha sostenido recientemente. De haber sido el Quijote plena literatura del renacimiento, se le hubiera comprendido y juzgado en todo su valor. El sentido humanista, de cultura clásica, que caracteriza al hombre del renacimiento se encuentra en Cervantes, aunque no tan marcado como en otros ingenios de su tiempo. Pero lo que hace del Quijote un libro único, el libro que sólo el genio podía escribir entonces, es su modernidad. El Quijote no es una obra renacentista, es mucho más, es la primera obra moderna, no ya de la literatura española, sino de la literatura universal. Todas las literaturas, sin excluir la nuestra, habían producido ya libros de risa y entretenimiento, libros de parodia y de burla, sátiras y libelos. En España, desde el Arcipreste de Hita, en Italia desde Boccaccio, en Inglaterra desde Chaucer, en Francia, de Rabelais. Pero lo que no se había producido hasta entonces, lo que, después del Quijote, había de tardar dos siglos en seguir produciéndose, era un libro de risa y entretenimiento que, además de divertirnos y hacernos reír, nos hiciera también llorar. Esto era tan nuevo entonces que no podía ser comprendido ni gustado; y esto explica que el éxito del Quijote se debiese exclusivamente a los elementos cómicos que contiene.
Han pasado más de tres siglos [a tinta] y es precisamente la comicidad del Quijote lo más difícil de gustar para nosotros; y cuanto hay en él de serio y profundo lo que más en él nos cautiva. Lo cómico cervantino corresponde más a la sensibilidad de su tiempo que a la del nuestro; en cambio, la piedad y la simpatía por la locura de don Quijote es algo plenamente moderno. Pero el Quijote contenía en potencia toda la novela moderna y fue preciso esperar siglos para que ésta se actualizase. Epígonos y discípulos tardíos de Cervantes son todos los novelistas modernos, desde Dickens a Tomás Hardy, desde Stendhal a Proust, desde Gógol a Gorki. Todos los héroes de las novelas que nosotros hemos vivido tienen algo de don Quijote: recordad las novelas de Dostoyevski. Sus personajes son trágicos, y no se nos ocurre reírnos de ellos; pero todos están más locos que don Quijote. Como don Quijote los vemos en pugna con el medio en que viven y fracasan en él; como don Quijote son deformadores del mundo real, como don Quijote oponen valientemente su mundo interior, su mundo encantado, hecho con su propia sensibilidad y sus propios ideales, al mundo social, hecho de convenciones, de leyes con que la vida colectiva pretende anular la vida individual, de objetividad, en suma. Como don Quijote están en pugna abierta con la racionalidad. Son locos también. Pero su locura pasa para nosotros inadvertida porque participamos de ella nosotros también; como hombres modernos, pensamos, lo que no podía pensarse en tiempo de Cervantes, que el mundo es nuestra representación, y que, si ésta no es una plena creación nuestra, es, cuando menos, una deformación de lo real y que, en este sentido, la locura es lo normal en el hombre. No somos un espejo impasible a través de un camino, que retrata fielmente imágenes pasajeras, sino almas que, al reflejarlas, las transfiguran y, en cierto modo, las crean. ¿Qué era don Quijote sino este maravilloso espejo creador, que deformaba en el sentido de su ideal, su mundo circundante?
Esto es lo que hoy plenamente hemos comprendido y por eso decimos que Cervantes escribió la primera y más grande de las obras modernas.
Y nada más quiero deciros del libro inmortal, porque otros os dirán cosas de más sustancia y con mayor elocuencia.
Yo hoy en la Fiesta del libro me limito a daros un consejo: el movimiento se demuestra andando y el amor al libro, leyendo. Leed vosotros; con preferencia las obras inmortales y, entre ellas, la primera, el Quijote, el libro de aquel pobre hombre que fue un día Miguel de Cervantes, por quien nosotros nos sentimos hoy orgullosos de ser españoles.
Marino Baler
* Marino Baler es colaborador en el Ateneo. Su espacio, aquí.
* Marino Baler es autor del blog "Pensamientos y más cosas".