Parece que ya ha salido el último de los aviones de esa película que nos han montado para intentar que no nos demos cuenta de que después de veintipico años en Afganistán, después de tantas vidas perdidas y de tanta ansia por intentar “evangelizar” como los dominicos de Fray Bartolomé de las Casas, después de todo no hemos conseguido nada. A la mínima hemos vuelto más o menos al punto de partida. Unos salvajes se han adueñado de todo y van a sembrar el terror y la sinrazón que hace la vida imposible a ellas, por supuesto, siempre a ellas porque no se yo muy bien que tienen los descerebrados contra las mujeres. Supongo que alguien podrá indicarme algún estudio al respecto porque, oye, de verdad que no acabo de entender porque siempre son ellas las que acaban pagando el pato cuando las cosas vienen mal dadas.
Lo que nos ha ocurrido en Afganistán es una derrota como una catedral, por mucho que lo envolvamos en papel de celofán o que Biden nos lo endulce con tres o cuatro silos de Azucarera Española. Occidente, una vez más no ha sabido defender los derechos más básicos a unas personas a las que nos vendimos como salvadores. Y lo malo es que no va a ser la última. Lo del Talibán ha abierto la puerta, más vale que nos vayamos haciendo a la idea de que van a resurgir los grupos fundamentalistas que creíamos muertos y enterrados, vivir para ver.
Pero ahora resulta ser que el Talibán intenta parecer incluso majo y moderado, sólo han prohibido hasta la música y proclamado el estado islámico pero, oiga, sin acritud, eh? Algo habrá cambiado cuando va y hasta el Sr Borrell, que es tan parco de palabras con unos, quiere hablar con ellos. ¿Se habrán creído la mentira esa de que esta panda de descerebrados que seguramente ni se han leído en Corán, de repente van a respetar algún derecho que no sea el suyo mismo? Igual va y lo que han hecho esta vez es sacar cuentas. Resulta que Afganistán es uno de los países más pobres del mundo (el 7º si San Google no me engaña) y necesita dinero, mucho dinero ya que, al parecer, el Talibán es un tanto manirroto y no tiene suficiente con lo que saca del opio. Como necesita dinero a espuertas ha de aparentar ser simpático ara que todos les paguemos las ayudas al desarrollo que reciben. Tontos no son, ¿tú que harías? Pues ellos también. Se disfrazarán de corderos hasta que dejemos de mirarlos, entonces sacarán las piedras de lapidar. Parece que por las instituciones no lo vean. O eso o prefieren autoengañarse con el buenismo este que ya nos está costando demasiados disgustos ¿no?
De todas maneras el verdadero problema empieza ahora, justo ahora que ya ha salido el último de los soldados EEUU, justo ahora que hemos visto en la lejanía como gentes intentan travesar el desierto para salvar sus vidas, justo ahora que empezará una de las maldiciones de esta sociedad FastFood que vivimos. Se apagarán las luces, dejarán de llegar occidentales a contar lo que les pueda suceder a ellas y las cámaras mirarán hacia otro lado. Los olvidaremos como lo hará, una vez más, la UE esa que intenta exportar refugiados no vaya a ser que lleguen a nuestras puertas y estorben. Ya lo hemos visto demasiadas veces, seguro que a estas horas no te extrañas de lo que digo. Esconderemos las pruebas de que hemos sido derrotados una vez más por la barbarie que no hemos sabido combatir, lloraremos como Abū ‘Abd Allāh Muhammad ibn Abī il-Hasan ‘Alī, alias Boabdil pero las verdaderas lágrimas no serán las nuestras, serán las de las que quedaron encerradas en Kabul, las de todos los que vieron alejarse sus esperanzas a bordo del último A400M Atlas que despegó del aeropuerto de Kabul.
Salva Colecha
* Salva Colecha es colaborador en el Ateneo. Su espacio, aquí.
* Salva Colecha es autor del blog "En zapatillas de andar por casa"