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12 enero 2021

Gabriel, “El Esparteño”, un alzireño que mantiene vivo el arte milenario del esparto

Se le detiene el tiempo en el patio trasero de su casa entretejiendo con sus manos, como si interpretara una pieza musical, las hojas secas del esparto hasta darle la forma del objeto que desea.

La artesanía práctica y útil del esparto ha tenido una significación muy especial en la vida de Gabriel Martínez Fuentes, “El Esparteño”, un alzireño que siempre encuentra tiempo para que no se pierda la tradición de la espartería. Es de los que piensan que la utilización del plástico en muchos productos no debe ser masiva y menos cuando arrincona a fibras naturales como el esparto.



José Alejandro, su abuelo, trabajaba el esparto desde joven en Hornos de Segura, una población de la provincia de Jaén, con el objetivo de autoabastecerse de capazos, zapatillas, cestos, alforjas, botijeras, forros de botellas, cuerdas y una amplia gama de útiles para la agricultura y la ganadería.

Su abuelo fue en realidad quien le provocó el interés por esta técnica artesanal que viene de tiempos inmemoriales. Gabriel iba de pequeño con su abuelo a comprar esparto e hilos y con él hizo sus primeros pinitos elaborando unos pequeños capazos para sus primas.

José Alejandro era conocido en el pueblo como “El Esparteñas”, de ahí que Gabriel haya adoptado el sobrenombre de “El Esparteño”, en memoria suya.

Pasó el tiempo y, a pesar de su fallecimiento, la estela del abuelo estuvo siempre presente. Por iniciativa propia buscó al que por entonces, hablamos de primeros de este siglo, tenía una gran fama adquirida en el tratamiento del esparto: José Pardo Sales, al que en Antella llamaban cariñosamente “El Tío Pepe Caramelo”. De él aprendió todo aquello que dejó a medias con su abuelo a través de horas de trabajo y transmisión de conocimientos que iba poniendo en práctica. De esta forma se suele ir transmitiendo este oficio artesanal con el objetivo principal de que no se pierda.

Gabriel trabaja esparto crudo y picado y ejecuta varias técnicas: pleita, recincho, filete… Él mismo busca las plantas de esparto en su entorno natural y las recolecta con el cuidado de no dañar la planta para que se vuelva a regenerar sin problemas. Las deja 21 días debajo del agua para que fermenten y, posteriormente, las seca al sol y las pica con un mazo.

A Gabriel se le detiene el tiempo en el patio trasero de su casa, en Alzira, entretejiendo con sus manos, como si interpretara una pieza musical, las hojas secas del esparto hasta darle la forma del objeto que desea. Es una forma de vivir más despacio, mantener tradiciones antiguas y remontarse a la satisfacción que sintieron muchos de nuestros abuelos a los que la vorágine del actual progreso y de la era del plástico les parecería un infierno. Ya va quedando poca gente así…

Ramón Alfil

Locución: J.M.O.