Aprendamos a ver la soledad como proceso voluntario, justificado y al que hay que otorgar un gran respeto por el círculo de personas afines a quien lo elige, ya que en muchos de los casos se trata de una elección necesaria para su protagonista. La vivencia con la que asumimos esta sensación de soledad es parte de la valoración subjetiva personal del tipo de relaciones que poseemos, bien por su calidad o por su cantidad, influida principalmente por nuestra cultura y nuestras propias expectativas particulares respecto a lo esperado socialmente frente a los próximos eventos navideños.
La sensación de soledad es parte de la vivencia que puede sufrir una persona dentro del propio proceso de salud en el que se encuentra. Dentro de esta soledad que percibimos u observamos en nuestro entorno puede esconderse entre otras causas y situaciones: factores personales de falta de habilidad social, conflictos familiares mal gestionados durante el resto del año, la necesidad de aislamiento frente al bullicio dada las características personales de cada individuo, un trauma ocurrido en estas fechas hace tiempo o demasiadas “sillas vacías” según la edad de quien lo experimenta, la pérdida reciente de un ser querido, un compromiso de superación ante una adicción (drogas, alcohol, compra compulsiva…etc.) o programas de pérdida de peso y autocuidado.
Siempre que no se trate de una forma habitualmente arraigada de aislamiento dada la ausencia de relaciones significativas para esa persona, por ejemplo: personas mayores y/o que viven solas, en cuyo caso prestaremos total atención, deberíamos de ejercer poca o ninguna presión hacia los individuos que manifiesten esa retirada intencional en estos días festivos, respetando su decisión.
La mayoría de la gente tiende a manifestar una euforia colectiva desproporcionada frente a estos actos con mucha base comercial y algo de espíritu anglosajón. Nuestras expectativas de cómo deberían de estar o qué deberían hacer las personas de nuestro entorno, dadas las fechas en que nos encontramos, como si nosotros supiéramos todo lo que les conviene a los demás, obligaran inconscientemente a que estos individuos realicen esfuerzos para los que no están preparados o no necesitan en este momento hacer. Provocando con ello, que sean incapaces de afrontar sus programas de desintoxicación o que simplemente tambaleemos su motivación para llevar a cabo sus objetivos personales. Alguien que ha sufrido una pérdida reciente no puede hacer frente a la Navidad desde la alegría o la diversión. Cuando la familia se ha visto afectada por malos entendidos, luchas por llevar la razón y manipulaciones para conseguir fines oportunos en los últimos meses, sentarse a la misma mesa quizá no sea la mejor opción sólo porque es Navidad. Por su parte, quien se expone a un entorno que le invita a beber reiteradamente en comidas de empresa, celebraciones y cenas familiares, no puede mantenerse firme en su decisión y compromiso de acabar con su adicción al alcohol. Las personas que se encuentran en programas de desintoxicación a alguna sustancia y que tienen asociado el consumo de esta droga a un entorno lúdico o de diversión, serán más propensos a una recaída después de meses de esfuerzo. Por otro lado, objetivos como la pérdida de peso, bien por salud, deporte o reto personal, se verá estos días tentada a fracasar, y con ello la frustración que lleva asociada por no conseguir el propósito hará mella en la persona que tanto se está esforzando durante semanas. Si cae en la tentación de verse presionado por su entorno con comentarios como: “solo un poco, pruébalo”. “Mañana sigues con la dieta”, no solo no conseguirá su propósito sin no que dudara de su fuerza de voluntad ante la presión social.
Seamos consecuentes y respetuosos estos días, no sabemos que “batallas” están librando las personas de nuestro entorno, aceptemos esas retiradas, ese tipo de soledad elegida, como parte de sus procesos evolutivos. Vivamos la Navidad a nuestro ritmo, preservando nuestro objetivo o lo que nos hace sentir bien a nosotros del resto de nuestro ambiente, no condicionemos ni sintámonos condicionados. Disfrutemos sin que las expectativas colectivas de lo que “deberían” ser la Fiestas Navideñas o lo que significa celebrar “por todo lo alto”, haciendo gastos excesivos en comidas copiosas o decoraciones excesivas, vaya en contra de nuestro valores personales o de nuestra propia economía. Seamos fieles a nuestros procesos y a nosotros mismos también estos días, sin exigirnos estar más felices que el resto del año.
¡Os deseo una Satisfecha Navidad!
Silvia Ortiz Gracia - Psicóloga Clínica y Forense
* Silvia Ortiz Gracia es colaboradora de El Ateneo de los Amigos de Larra. Su espacio aquí.
* Silvia Ortiz Gracia es autora del espacio web Continúa Mente
Foto: Lukas (libre de derechos)