Hoy, 13 de mayo de 2021, tenía un motivo suficiente para celebrar una eventualidad mundana carente de espiritualidad pero muy fructífera. Nada mejor que acercarme al mar y escuchar a Beethoven, una pequeñez que funde dos inmensidades. Aconsejo la experiencia a todo aquel que no tenga prisa terrenal.
El mar no tiene caminos pero cuando se fija la vista en él se vislumbran itinerarios que conducen a infinitos.
La pieza elegida ha sido una de las más bellas que parió el loco de Bonn: el tercer movimiento de la Novena Sinfonía. ¡Qué animal componiendo!
El olor a mar, la única visión de su inmensidad, el paréntesis a la vida que te dan unos auriculares, estar con uno mismo y el idilio con la pieza son fundamentos que explosionan en una corriente impetuosa de apacible calma. ¿Hay mejor celebración?
La pieza elegida ha sido una de las más bellas que parió el loco de Bonn: el tercer movimiento de la Novena Sinfonía. ¡Qué animal componiendo!
El olor a mar, la única visión de su inmensidad, el paréntesis a la vida que te dan unos auriculares, estar con uno mismo y el idilio con la pieza son fundamentos que explosionan en una corriente impetuosa de apacible calma. ¿Hay mejor celebración?
Ramón Alfil
Los 17 minutos de Beethoven que escuché mirando al mar
Mi porción de mar habitual
Mirando al mar... pic.twitter.com/iTgTw5EwKE
— El Ateneo de los Amigos de Larra (@amigosdelarra) July 2, 2021