Bueno, parece que ya hayamos pasado la frontera esa que nos habíamos fijado en el fin de año. Ahora tenemos todo un año por delante, nuevecito, a estrenar y eso siempre resulta alentador. Pero la verdad es que nos habíamos ilusionado tanto que ando un poco cabizbajo. Muchos esperábamos que nada más sonar la última campanada se vería un resplandor de esos cegadores, ya sabes, de los que dejan todo en blanco, seguido de su trueno ensordecedor. Después volvería todo a la normalidad anterior, cuando nada era normal pero era lo rutinario. Con las ganas me he quedado.
Pero nada, seguimos igual que antes, alterados y malcarados hasta el punto de que hasta si aparece Nacho Cano en la Puerta del Sol para recordarnos el clásico de todos los años es motivo suficiente como para tirarnos de los pelos los unos a los otros. No descansamos ni para celebrar que podemos “pegarle fuego” a un año que nos ha resultado difícil hasta decir basta. Continuamos sacándonos los ojos que si con banderitas, que si con dimes y diretes… Hemos sobrevivido al año del “no hagas, no toques…” y ni así hemos aprendido nada para conseguir evitar la ola del bicho versión navideña. Así no vamos a conseguir nada que no acabe con la extinción. Mal asunto.
Bueno, no es verdad eso de que no ha cambiado nada, ha cambiado todo y mucho. Desde el día uno nuestros billetes de Euro están caducados, convendría actualizarlos (idea para convocar un concurso de nuevos diseños). Desde el día uno los billetes son más mentira que nunca. Aparece una isla rara sobre España y frente a Francia. Una vez más la diplomacia Europea ha fracasado como un tigre mellado. Se nos ha ido Gran Bretaña y mucho me temo que este año vamos a ver esta misma obra de teatro alguna vez más ¿Quién será el próximo?
No debería sorprendernos porque parece que el sueño de la UE se ha transformado en una pesadilla. Andamos todos tocados de moral y claro, no ayuda nada eso ver como no se consiguen atajar verdaderas atrocidades como lo que supone ver que miles de personas hayan perdido su vida en el mar para llegar a un sitio donde no son tratados precisamente como seres humanos que buscan ayuda. Y menos reconforta todavía ver como los Derechos Humanos que dábamos por sentados empiezan a desdibujarse cada vez más como un castillo de arena azotado por las olas. Así acabamos el horripilante 2020 y así parece que siga este nuevo que estrenamos.
Me temo que este año tampoco será el que devuelva a esta vieja Europa las fuerzas para luchar por intentar encender la llama de nuevo, el virus lo ha inundado todo, nuestros cuerpos, nuestras mentes y nuestras almas.
No sé si es que me he vuelto viejo de repente pero de verdad espero que este 2021 que nos llega lleno de esperanzas no nos defraude demasiado. Espero que no sea el que recordemos como en el que morimos en la orilla después de cruzar un mar embravecido a nado. Solo espero que acabe esta pesadilla, que volvamos a vernos, mirarnos a los ojos y recuperar los abrazos y los besos que nos han sido arrebatados. No sé si será demasiado pedir pero eso es lo que me gustaría, poder dejar las barreras y el miedo en el pasado. Podernos ver en Viveros, El Retiro o donde quieras y reír. Abrazarnos mientras brindamos porque todo ha pasado y podernos volver a levantar de nuestras cenizas, como tantas veces hemos hecho y como sin duda volveremos a hacer todas las veces que sean necesarias y una más si hace falta. Feliz año 2021.
Salva
Colecha
* Salva Colecha es colaborador en el Ateneo. Su espacio, aquí.
* Salva Colecha es autor del blog "En zapatillas de andar por casa".