El desánimo se había empadronado en aquel corazón, que tras varias reanimaciones parecía no tener ganas de seguir librando batallas. Y es que poco a poco, había preferido acompañarse de la soledad y dejar que el tiempo fuera diluyendo en la monotonía aquella intención que había convertido en luz una amalgama de propósitos apagados y escondidos entre el polvo de la apatía.
No sabía poner fecha al momento en el que todo comenzó a desmoronarse, no recordaba cuando aceptó la pasividad, como detonante de un desahucio que nadie pudo prever. Solo era consciente de que en lo más profundo, algo se estaba apagando y que la tristeza no llegaba a consolidar lágrimas de desahogo y si, un desinterés que poco a poco emergía para hacer sombra a los recuerdos almacenados en el cajón del amor incondicional.
Desatendió sus relaciones sociales, prescindió de sus santuarios, abandonó las palabras, se quedó a solas con sus mudas reflexiones y pensamientos. Esquivo y huraño, fue construyendo una vida sin afectos llena de instantes insípidos, melancólicas jornadas y angustiosas noches en las que vertiginosamente se fueron muriendo sus ganas de vivir.
Alberto García Santiago
* Alberto García Santiago es colaborador en el Ateneo. Su espacio, aquí.
* Alberto García Santiago es autor del blog "Combatiente literal".