Una sola bala sería suficiente para acabar con todo, pero desechó el plomo como opción para matar una vida de desilusiones y escogió un olor de su infancia para recuperar sentimientos nudistas y anhelos que exploran y conquistan con desinteresada candidez, cada hoja del calendario.
De aquel duelo inicial, la víctima al final fue la muerte anunciada, que peregrinó sin sombra largo tiempo, hasta que las ganas de vivir se cansaron de cumplir sueños y años.Alberto García Santiago
* Alberto García Santiago es colaborador en el Ateneo. Su espacio, aquí.
* Alberto García Santiago es autor del blog "Combatiente literal".