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17 febrero 2021

El olvidado ejemplo de Cincinato

Cincinato recibe a los embajadores de Roma | Cuadro de Alexandre Cabanel (1843)
Cincinato recibe a los embajadores de Roma | Cuadro de Alexandre Cabanel (1843)

Vivimos en unos tiempos en los que se idolatra el éxito y el poder. Cuando alguien ha caminado por esa senda y por circunstancias deja de hacerlo esto se percibe como un demoledor fracaso. En estos tiempos quienes alcanzan el timón de mando se aferran a él como garrapatas.
Los políticos suelen decir que ‘dimitirán en el caso de que no cumplan todo lo que han prometido’. No cabe duda que estas palabras son una cortina de humo, sacadas de manual, que quedan bien en cualquier mitin.
Primero, porque se supone que las promesas van en función de un programa electoral y se supone que tiene toda la legislatura para poderlo hacer, esto son cuatro años; por lo tanto pasados los cuatro años es cuando tendrían que dimitir, pero no lo podrán hacer porque se convocan elecciones, por ello, lo más lógico, sería no volverse a presentar.
Segundo, porque una vez alcanzado el poder se excusarán en ‘la herencia recibida’ por los que antes estaban o, en el mejor de los casos, en gobiernos de coalición cabrá la excusa de que ciertas propuestas no entraban en los acuerdos.


Lucius Quinctius Cincinnatus, Cincinato,
cedió el poder sin aferrarse al cargo


Frente a esa obsesión de perpetuarse en el poder habría que ensalzar la elegancia de un gobernante que cedió el poder sin aferrarse al cargo: Lucius Quinctius Cincinnatus, conocido como Cincinato.
Era un patricio que se había retirado a su granja asqueado de la situación política imperante. Pero en el 460 a. C., ante la petición del senado, regresó para resolver una amenaza contra los ecuos y volsos, pueblos vecinos de Roma. Le concedieron poderes absolutos, le nombraron dictador (aclara que en la época romana el concepto de dictador no tenía el sentido negativo que en la actualidad) y una vez consiguió derrotar a los enemigos de Roma renunció a todos los cargos y se retiró de nuevo a su granja desapareciendo de toda vida pública.


La ciudad de Cincinnati, en Estados Unidos,
es llamada así en honor a Cincinato 


Doce años más tarde, cuando contaba con ochenta años de edad, volvieron a requerirlo para sofocar unas revueltas internas. Dejó sus tierras y al día siguiente se presentó en el senado que, como ya había hecho anteriormente, le concedió los máximos poderes. Resolvió las revueltas y dimitió y volvió a su granja hasta finalizar sus días lejos de toda vida política. Hoy en día algo así es impensable. Como curiosidad señalar que la ciudad de Cincinnati, en Estados Unidos, es llamada así en su honor.
Hay personas que no saben hacer otra cosa que dedicarse a la política, comienzan afiliándose de jóvenes a un partido político y van medrando hasta conseguir asentarse. Recientemente leí que había un concejal que se vanagloriaba en un artículo escrito por él mismo de llevar más de treinta años en el ayuntamiento, bien en la oposición o en el equipo de gobierno. Está claro que quien no sirve para nada a lo único que puede dedicarse es a la política.
El ejemplo de integridad y honestidad que dio Cincinato es la mayor dignidad y reconocimiento que pueda tener un político, por ello es algo que sólo ocurrió hace veinticinco siglos.
Marino Baler

* Marino Baler es colaborador en el Ateneo. Su espacio, aquí.
* Marino Baler es autor del blog "Pensamientos y más cosas".