Varias veces he dicho que no entiendo de pintura. Alguien, como yo, que ha estado tres o cuatro veces en el Museo del Prado, entra a las 9 de la mañana y sale a las 5 de la tarde habiéndolo visto todo no puede ser más que un sacrílego en el arte de los pinceles.
No obstante, hay ciertos cuadros que me atraen simplemente por lo que estoy viendo. Que nadie me pregunte por técnicas, sólo lo que estoy viendo y, modestamente, creo que podría fijarme en detalles si lo analizo de la misma forma que analizo, por ejemplo, una catedral. Fijarse en detalles concretos para poder decir algo más que ‘me gusta’.
Hace unos meses escribí sobre ‘Cosiendo la vela’, de Joaquín Sorolla. Ahora querría hacerlo sobre un cuadro que me entusiasma, ‘Un par de botas’, de Vincent Van Gogh.
La desconocida atracción que siento por este cuadro me lleva a imaginar qué llevó al pintor a pintarlas y, para ello, tengo que ver, aunque sea muy de pasada, el tipo de cuadros que él solía pintar. Y, quizá, ese día en concreto miró todo lo que le rodeaba y lo único que vio fueron esas botas, como cuando algo no quiere ver nada más, simplemente esas viejas botas.
El genio holandés no pintó escenas bíblicas ni mitológicas, no retrató a reyes ni a nobles, ni a autoridades civiles o militares; no pintó catedrales ni paisajes exóticos como su amigo Gauguin, a lo sumo algunas postales, como ‘Los comedores de patatas’, pero postales al fin y al cabo. Por lo poco que he leído sobre su biografía no aceptaba encargos.
Esa libertad por seguir su propio camino le costó el precio de vivir de espaldas al mercado del arte, pero no de espaldas a la historia del arte. Renunció al mercantilismo del arte y simplemente pintó lo que tenía delante de los ojos… y ese día serían sus viejas botas. Esas botas nos lo dicen todo de él… de su arte… de su persona… de cómo piensa un genio. Esa visión de lo cotidiano le hizo pasar a la historia.
He leído que cuando Picasso viajó a Arlés leyó en los periódicos locales la muerte del genio holandés. Recortó la noticia y durante muchos años llevó ese recorte de bolsillo en su cartera. Con este gesto, Picasso sabría el camino que tenía que seguir.
Marino Baler
* Marino Baler es colaborador en el Ateneo. Su espacio, aquí.
* Marino Baler es autor del blog "Pensamientos y más cosas".